Para ti que me cogiste en tus brazos
para cubrirme con agua
apenas con meses,
no existo.
Para ti que te reflejas en mi espejo
para verte con más suerte
no existo.
Para ti que hiciste de odiarme tu sustento
no existo.
De tanto no existir me hice invisible
como no se ve a los platos y sartenes.
He vivido escondida en los trabajos
y he sido el suelo, el martillo y la navaja.
Este ha sido mi vacío y mi fortuna
porque de la nada surge lo que es cierto:
un mundo tricolor,
veintitrés años con alas
y un meteorito en cada mano.