El lenguaje -cualquier lenguaje- es como un intento de organizar el balbuceo. En el intento, el balbuceo aumenta y nos quedamos vibrando. (…) Escapar de la lógica imperante para gatear hasta el balbuceo es también una grieta.
Cecilia Molano: “Los pasos del exilio. Umbrales del pensamiento en María Zambrano”. Revista de Filosofía. Universidad Autónoma de Madrid.
Salir del centro deja a la intemperie,
soportarlo hace que todo sea.
Ese vértigo solo es posible desde la quietud y el silencio,
desde la certeza de que no se puede conocer Todo.
Las palabras son balbuceos.
Las piedras son.
Su silencio explica el mundo.
Su quietud llama la atención del que se mueve.
Hay quien acude a visitarlas con devoción lleno de ruido, en busca de datos y huellas. No es esa su sabiduría.
¿Cómo respira una piedra? Su grieta muestra el camino. Inspira silencio, expira quietud.
Nuestra finitud no nos deja percibir su movimiento.
Entrar en ese resquicio para salir y vaciarse.
Volver a entrar en ese resquicio para vaciarse en una eterna espiral. Así el animal se hizo piedra.
Alejarse del centro para llegar al lugar exacto en el que no hacen falta palabras, imágenes, sonidos…
Ni tiempo.
Ni espacio.
Infinito.