Josune Rey

Es profesora de Lengua castellana y Literatura. Ha sido redactora en prensa diaria y en revistas. Además, ha trabajado en la tienda familiar de almoneda, ha participado en la patente de una máquina lava perros y ha vivido muchos cambios desde Bilbao. La escritura le ha ayudado a entenderlos.

En la actualidad no escribe porque está leyendo. En cualquier momento, volverá a escribir. Por eso, agradece a Hautatzen este espacio para poder dejar sus palabras y su silencio.

Todas las personas escribimos, tejemos y envolvemos el mundo con palabras. Solo con entrar en una librería, en una biblioteca o en Internet las palabras reptan y desbordan los techos. Las palabras poseen el poder de crear nuevos hechos. La publicidad tiñe con música esos hechos creados con deseos ajenos y las mentiras han entrado en la categoría de unas verdades luminosas que se cuelan a ver si cuelan.

Es, por tanto, el momento de medir las palabras. El momento de callar las palabras.
De recortarlas. De frenarlas.
De quitarles el peso de cosas.
Porque una palabra no es una cosa.
Al menos, no es una cosa arrojadiza.

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Cuando vio a su ahijada de nueve años con el oro, decidió envenenar a su madre.
Días antes la niña había insistido. Que quería un boleto. Que quería un boleto de dos pesos. Y la madre que no, y la cría que sí. Hasta que el amigo de su madre le dio los dos pesos. Quizá para que se callase, quizá porque el destino se había puesto en marcha.
Aunque muchos compraron diez boletos y más para conseguir el preciado tesoro, la niña lo ganó con el único. Lo mostró al aire como saludando con él y, a cambio, recibió las pesadas joyas de oro de 24 quilates. Oro de las minas de Bolivia. Muchas joyas que la niña no podía ni sostener.(…)