El corredor del laberinto: Las Pruebas

Narrar es contar o relatar sucesos, historias o anécdotas, de forma ordenada y secuenciada, con un planteamiento, donde se exponen los personajes, el contexto temporo-espacial y el resto de los datos que ayudan a comprender la historia; una parte media o nudo, donde se desencadena el problema o conflicto, y un final o desenlace, con la resolución del problema y el fin de la historia. En ocasiones este orden no se respeta y aparecen los hechos no en un orden cronológico. El narrador es quien cuenta los hechos, diferenciándose del autor, y puede relatarla en primera persona, cuando está involucrado en el relato, como testigo o como personaje; o puede hacerlo en tercera persona, cuando es un narrador externo. Dentro de los personajes, los hay principales, sin los cuáles el relato carecería de sentido, y secundarios que aportan detalles pero no son esenciales.

Entre los diversos géneros narrativos, la novela cuenta con un amplio abanico de temáticas. Cuando las historias que se narran relatan hechos fantásticos relacionados con el avance científico, hablamos de Ciencia Ficción que es la denominación de uno de los géneros derivados de la literatura de ficción. Nació en la década de 1920 y se exportó posteriormente a otros medios, como el cine y la televisión. Tuvo mucho éxito en la segunda mitad del siglo xx debido al interés popular acerca del futuro que despertó el espectacular avance tanto científico como tecnológico alcanzado durante todos estos años. Es un género especulativo que relata acontecimientos posibles desarrollados en un marco imaginario, cuya verosimilitud se fundamenta narrativamente en los campos de las ciencias físicas, naturales y sociales. La acción puede girar en torno a un abanico grande de posibilidades (viajes interestelares, conquista del espacio, consecuencias de una hecatombe terrestre o cósmica, evolución humana a causa de mutaciones, evolución de los robots, realidad virtual, existencia de civilizaciones alienígenas, etc.). Esta acción puede tener lugar en un tiempo pasado, presente o futuro, o, incluso, en tiempos alternativos ajenos a la realidad conocida, y tener por escenario espacios físicos (reales o imaginarios, terrestres o extraterrestres) o el espacio interno de la mente. Los personajes son igualmente diversos: a partir del patrón natural humano, recorre y explota modelos antropomórficos hasta desembocar en la creación de entidades artificiales de forma humana (robot, androide, cíborg) o en criaturas no antropomórficas.

Durante el siglo XX y lo que llevamos andado del XXI, se ha adaptado a las tradicionales temáticas de la ciencia ficción ideas sobre sociedades futuras hipotéticas, son planteamientos distópicos, como fábulas futuristas o de ficción de anticipación que han ido creciendo en popularidad. Veamos qué son:

DEFINCIÓN. LA DISTOPÍA

Es José María Merino, autor de «Mañana todavía» (Fantascy) quien propuso la definición de distopía a la RAE: (Del lat. mod. dystopia, y este del gr. δυσ- dys- ‘dis-2’ y utopia ‘utopía’.) 1. f. Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana.((Definición de Distopía,Real Academia Española ©))

Para J. Cruces Colado((J. Cruces Colado, ‘Glosario de Ciencia Ficción)) ‘Distopía es el término comúnmente usado como antónimo de utopía y, aunque al igual que en la utopía se refleja una sociedad hipotética distinta a la nuestra, lo hace con una concepción negativa. El concepto de utopía implica una sociedad, gobierno o proyecto halagüeños, aunque irrealizables; en una distopía, por el contrario, la vieja frase de la ciencia ficción esto es lo que podría ser constituye la base de la visión de un mundo peor que el nuestro.

Los ejemplos de distopías son invariablemente conceptos de sociedades futuras (una sociedad con una historia distinta a la nuestra, con eventos históricos distintos, sería una ucronía… buena o mala), y contienen normalmente un fin didáctico, el de mostrar hacia donde se dirigen los pasos del hombre si la situación no se remedia. En muchas ocasiones este fin didáctico se alcanza a través de la sátira. Las distopías comenzaron a proliferar a finales del siglo XIX, y han continuado hasta nuestros días. Expresan miedo, el miedo a la aparición de una sociedad gobernada por una élite dirigente que aplasta al individuo, de una u otra manera, y protestan contra diversos sistemas políticos o sociales: socialismo, comunismo, capitalismo, fascismo, feminismo, gobierno secular, tiranía religiosa, antiecologismo…

La distopía es uno de los subgéneros más ubicuos de la ciencia ficción. La más conocida es casi sin duda 1984, de George Orwell, que refleja soberbiamente un indeterminado futuro de la humanidad dividida en tres megaestados de corte fascista.  Como es lógico las distopías también han sido llevadas a soportes no literarios. En el campo del cine un buen ejemplo es Soylent Green(1973), adaptación de la novela ¡Hagan sitio, hagan sitio! de Harry Harrison, que trata también la superpoblación. Dentro del campo del cómic el ejemplo emblemático es la premiada V de Vendeta, con guión de Alan Moore e ilustraciones de David Lloyd, publicada a lo largo de los años ochenta, donde se plantea una futura Inglaterra posnuclear en la que un enigmático anarcoterrorista lucha por destruir al gobierno fascista.’

BREVE HISTORIA DE LA DISTOPÍA((Jordi Costa, ‘El tiempo de la Distopía‘, ELPAIS 10-oct-2014))

‘Se atribuye a John Stuart Mill el primer uso documentado del término en el curso de una intervención parlamentaria en 1868. Distopía —cuyo significado etimológico es “mal lugar”— es el antónimo de utopía, concepto acuñado por Tomás Moro en su obra escrita en 1516 para describir, literalmente, un no-lugar desde el que ofrecer un comentario sobre el presente político de Gran Bretaña. Según David Pringle, la primera utopía literaria ya incorporaba el germen de lo distópico: “La utopía tiene el desagradable hábito de transformarse en distopía. Incluso la obra de Tomás Moro, que bautizó el género literario de la utopía, tenía una doble cara. Es un cliché afirmar que describe una sociedad mejor, pero, de hecho, había algunos aspectos de esa sociedad imaginada que Moro contemplaba probablemente con horror: por ejemplo, la ausencia de Dios. Soy de los que piensan que realmente no estaba abogando por un buen lugar. Por el contrario, estaba imaginando un no-lugar como atalaya desde la que comentar, disimuladamente, el mundo que le rodeaba”.

La distopía crece y se expande como género literario a finales del siglo XIX, con los peligros del secularismo, el socialismo y el protofeminismo como primeros acicates para imaginar futuros problemáticos. La dialéctica entre capitalismo y socialismo dominará los primeros pasos de ese modelo de discurso dentro de una literatura de ciencia-ficción propiamente dicha para ir acogiendo, en décadas sucesivas, diversas modulaciones fóbicas espoleadas por los avances tecnológicos, la depredación medioambiental o la progresiva inmersión de lo real en lo virtual. En el último tramo de su trayectoria —el que se abre, en 1988, con la nouvelle Furia feroz (Booket) y se prolonga hasta su última obra de ficción Bienvenidos a Metro-Centre (Minotauro)—, J. G. Ballard tuvo la magistral intuición de despojar al género de su naturaleza anticipatoria para rastrear los elementos distópicos del presente. “No creo que Ballard se sintiese cómodo con el término distópico”, precisa Pringle, uno de los máximos especialistas en su obra, “él consideraba su trabajo como una exploración, que no era de por sí ni optimista, ni pesimista. A pesar de eso, a sus lectores nos resulta posible contemplar sus últimos trabajos bajo el signo de lo distópico. Están ambientados en un futuro muy cercano, que parece compuesto de lugares estables y felices, minados, no obstante, por esa demasiado humana pulsión por lo perverso. Según su punto de vista, la utopía no funciona porque la gente siempre se siente impelida a pulverizarla”. En Idyll (Dolmen), el cineasta reciclado en novelista Elio Quiroga propone una suerte de versión death-metal de ese último ciclo narrativo de Ballard. Resulta significativo que el escenario escogido —una zona residencial levantada en el desierto— se inspire en una inquietante utopía inmobiliaria sacada del mundo real: Celebration, la ciudad ideal con más de 7.000 habitantes que levantó The Walt Disney Company en Osceola County (Florida) a mediados de los años noventa, cumpliendo un viejo sueño del padre de Mickey Mouse.’

CARACTERÍSTICAS DE LA DISTOPÍA((Alex Kodama ‘Qué es y cómo escribir una distopía‘))

  • El Falso Bienestar. El ciudadano tiene la sensación de que todo va bien, de que su vida no es diferente a la del resto.
  • La Falsa Seguridad. El miedo puede utilizarse de muchas formas para gobernar. Un ciudadano inseguro renunciaría a muchas comodidades por sentirse un poco más protegido.
  • La Falsa Esperanza. La esperanza de que algún día todo cambiará, una esperanza que la propia dictadura alimenta, es esencial en cualquier distopía. La esperanza es el arma perfecta contra las mentes más despiertas y rebeldes. Una persona que no se adapte a la distopía es capaz de soportar un sufrimiento indecible si tienes esperanza. Lo que ignora es que esa esperanza también forma parte del sistema de control.
  • Los Medios de Comunicación. Todas las ilusiones anteriores no serían posibles sin la ayuda de la dosificación de la información, una información que el gobernante controla y que, por lo tanto, elige. Si la gente no tiene acceso a fuentes fidedignas de información, todo lo que llegue a sus oídos no serán más que mentiras o verdades a medias que favorecerán al sistema. Los medios de comunicación son la mejor herramienta de sometimiento de la humanidad. ¿Cómo se distingue entre la verdad y la mentira?

Un claro ejemplo de distopía es El corredor del laberinto, trilogía del autor James Dashner, obra que ha sido llevada al cine con mucho éxito. Vamos a trabajar en la ficha todas las características que hemos descrito en esta obra:

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